Yo que te vi nacer, que recuerdo con añoranza tus débiles ramas donde ataba las cuerdas de la gamela cuando venía de pesca o de caza, o simplemente de dar un paseo por el río. Con el paso del tiempo las arenas acumuladas a tus pies y tu cuerpo enriquecido por las aguas del Tamuxe fueron separándonos, pero tú seguías allí como un faro en ese puerto de abrigo. Después fuiste la sombra y el abrigo de las tardes de verano. Debajo de tus ramas nos refugiábamos en las tardes calurosas, artistas, mayores, niños… y tú, modestamente, te dejabas querer y abrías tus ramas como brazos amorosos para recogernos debajo de ti, humilde, sencillo, pero majestuoso con el orgullo de estar en un sitio privilegiado. Ahora, con la excusa de la sin razón, te han cortado. Tu tronco cercenado queda de recuerdo como una lápida imperecedera en el terreno, y los que hemos disfrutado de tu existencia te guardamos en nuestro recuerdo y nos preguntamos... ¿por qué? ¿qué mal hacías? y pedimos a Dios que de tu bravura, de tu lucha por la vida día a día, vuelvas a resurgir y así, pese a quien pese, volvamos a disfrutar, si no nosotros, las futuras generaciones de ti. Nos vas a faltar, te echaremos de menos.
Manuel José Fdez. Gómez “Machote”